viernes, febrero 27, 2009

La obsesión por los mitos


"¿A qué se debe la inquebrantable autoridad que los mitos griegos ejercen sobre la imaginación de Occidente? ¿Por qué un puñado de mitos griegos, el de Antígona entre ellos, reaparece en el arte del siglo XX en un sentido casi obsesivo? ¿Por qué Edipo, Prometeo, Orestes, Narciso, no quedan relegados a la arqueología?".


¿Dónde radica la fuerza del mito? ¿En su lado oscuro e irracional, en su lado salvaje y primitivo? Los mitos griegos como dice George Steiner tienen "la autoridad de la aurora". Los mitos nos transportan a los orígenes, nos sitúan en el principio, en el amanecer, en las primeras luces. Los mitos griegos nos desnudan, nos enfrentan a nosotros mismos sin máscaras ni ropajes.


Pero ¿radica ahí, en su "radicalidad" la fuerza de los mitos griegos? En mi opinión radica también en su flexibilidad, en su adaptabilidad. Dice García Gual: "Los mitos griegos -a diferencia de los dogmas- invitan a renovadas y múltiples reinterpretaciones, y se enriquecen con ellas. La tradición literaria recrea una y otra vez los míticos relatos, herencia común del imaginario europeo a la par que incesante desafío."


Ahí radica su fuerza: en su relatividad, en su ausencia de dogmatismo; por eso se convierten en "incesante desafío". El dogma, por el contrario, anula radicalmente todo desafío intelectual. El dogma es una vía muerta; el mito griego es una veta inagotable.


George Steiner, en opinión de Carlos García Gual, en su obra "Antígonas. La travesía de un mito universal por la historia de Occidente", ahora en formato de bolsillo, "examina y sopesa los ecos del drama sofocleo en la literatura y la filosofía occidental" y hace de este "espléndido ensayo, ejemplar y casi clásico" un "estudio hermenéutico y de literatura comparada de largo alcance intelectual" "sobre el mito y la tragedia y su fecunda estela en la literatura y el pensamiento occidental."

(Foto: Antigona 1530 Anónimo Musée du Louvre, Paris)

martes, febrero 24, 2009

Un relato de Plinio el Viejo



Según el relato de Plinio el Viejo, la primera pintora fue una doncella de Corinto que, pretendiendo retener físicamente la imagen de su joven amante, dibujó en la pared de su cuarto el perfil del muchacho cuya sombra era proyectada por una vela. La joven era una hija del alfarero Butades de Sición.


En su Historia Natural (XXXV, 15) Plinio el Viejo escribió: "La cuestión sobre los orígenes de la pintura no está clara [...]. Los egipcios afirman que son ellos los que la inventaron seis mil años antes de pasar a Grecia [...]. De los griegos, por otra parte, unos dicen que se descubrió en Sición, otros en Corinto, pero todos reconocen que consistía en circunscribir con líneas el contorno de la sombra de un hombre.
Así fue, de hecho, su primera etapa; la segunda empleaba sólo un color cada vez y se llama monocroma; después se inventó una más compleja y esa es la etapa que perdura hasta hoy. [...]. La primera obra de este tipo (plástica) la hizo en arcilla el alfarero Butades de Sición, en Corinto, sobre una idea de su hija; enamorada de un joven que iba a dejar la ciudad: la muchacha fijó con líneas los contornos del perfil de su amante sobre la pared a la luz de una vela. Su padre aplicó después arcilla sobre el dibujo al que dotó de relieve, e hizo endurecer al fuego esta arcilla con otras piezas de alfarería. [...]".


Esta leyenda de Plinio el Viejo ha sido representada por artistas como Felice Giani, Jean-Baptiste Regnault, Joseph Wright de Derby , Louis-Jean-François Lagrenée, el Mayor, o por Joseph-Benoît Suvée «Butades o el origen de la pintura» (1791)


Con esta cita de Plinio el Viejo se abre la exposición de "La sombra". En 1997 apareció en Londres un libro revelador "Breve Historia de la Sombra", de Victor I. Stoichita. El Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid encargaron al autor la difícil tarea de transformar su libro en una singular y hermosa exposición, integrada por 112 pinturas, 32 fotografías y una breve selección de fragmentos cinematográficos, que puede disfrutarse en el Musea Thyssen y en la Fundación Caja Madrid (Plaza de San Martín 1) hasta el 17 de mayo.


Más sobre la belleza ... y los museos.

(Foto de telecinco.es)

Ahora resulta que los varones solo utilizan la mitad de su cerebro para apreciar la belleza. Un equipo de estudiosos han llegado a la conclusión de que el cerebro de mujeres y de varones se activa de modo distinto en la percepción de la realidad y, por tanto, de la belleza de los objetos. Ante un objeto bello en las mujeres entran en acción enseguida los dos hemisferios del cerebro y en el varón solo actúa el derecho. Los científicos han constatado el hecho pero todavía no tienen una explicación clara de por qué no se activan de igual modo los cerebros del hombre y la mujer. No obstante, lanzan una hipótesis sobre la base de la teoría evolucionista.

A los científicos les ha sorprendido que ante lo bello la mayor actividad cerebral no ocurra en la parte frontal, más relacionada con la capacidad cognitiva, sino en la parietal.

¿Significará eso que las mujeres la aprecian mejor la belleza? ¿Es más de fiar, por tanto, el criterio de belleza femenino que el masculino? ¿Valoran mejor la realidad? ¿Qué es bello para las mujeres? ¿Es eso mismo bello para los hombres? ¿Existe alguna diferencia? ¿Cuáles son esas diferencias? El tema me parece interesante.

El hombre y la mujer ante la belleza reaccionan de forma diferente. Los estímulos de lo bello actúan de distinta manera en el cerebro masculino y en el femenino. ¿Son por tanto ellas más sensibles ante la belleza? ¿Se sienten más estimuladas por lo bello?

Según este estudio, parece que las diferencias observadas entre hombres y mujeres responden más a dos maneras distintas de abordar la relación espacial con los objetos, que a una mayor o menor sensibilidad hacia la belleza. «De nuestro estudio no se puede derivar, porque tampoco era el objeto, que las mujeres tengan una mayor sensibilidad hacia la belleza,... sino que su percepción es distinta», explica Enric Munar, del Grupo de Evolución y Cognición Humana del CSIC.
Y otra conclusión interesante: en el experimento en ambos sexos la actividad de valorar lo bello era mayor en el lóbulo parietal y llegaba a su máximo rendimiento en el periodo de 300 a 900 milisegundos después de que las imágenes se mostraran a los participantes. Este lapso de tiempo sugiere que la actividad está relacionada con el juicio que se realiza sobre la imagen en vez de con su percepción inmediata.

Y de esto el científico Camilo J. Cela Conde, doctor en Filosofía, catedrático de Antropología y Filosofía de la Mente en la Universidad de las Islas Baleares, a la vez que hijo del fallecido escritor y Premio Nobel Camilo José Cela, concluye "el rango temporal en el que aparecen los juicios acerca de si nos gusta o no una imagen (entre 300 y 900 milisegundos) debería consolar a los maestros que llevan a sus alumnos a un museo y se desesperan al comprobar el poco tiempo que dedican los niños a cada cuadro". ¡A tener en cuenta!

miércoles, febrero 18, 2009

La belleza de lo impertecto

¿Solo es bello lo perfecto? Más. ¿Existe realmente lo perfecto? ¿De qué habla la gramática cuando dice "pretérito perfecto" o "futuro perfecto"? Se atreve a hablar incluso de "plusquamperfecto", porque la gramática identifica "perfecto" y "acabado". Pero tenemos la experiencia de que no siempre consideramos perfecto lo acabado. El lenguaje, por tanto, nos engaña, nos confunde.

Pocos creen en un "futuro perfecto", por más que lo deseen. La propia experiencia nos niega el "pasado perfecto". Incluso la gramática, a veces, duda del pasado perfecto. Ya los griegos antiguos -y siempre los griegos- que de sabiduría andaban abundantes entendieron que el perfecto en gramática no es sino el "resultado presente de una acción pasada". Es decir, no existe perfecto sin presente o, lo que es lo mismo, el presente es lo que da sentido al pasado: si el pasado no sigue presente de qué nos sirve, no es perfecto. No basta con "haber entendido". Lo que me sirve es "tengo entendido". Ese es el perfecto.

Pero al margen de la gramática, dónde está lo perfecto. ¿Dónde reside la perfección y dónde la excelencia? La realidad se construye con lo cotidiano, con lo normal, con lo imperfecto que no lo zafio, lo vulgar y lo ordinario. Esta distinción significa ya una gran victoria: saber mirar.

Lo imperfecto es lo inacabado, lo dinámico, lo natural, lo humano; lo imperfecto es el recorrido griego del "caos" al "cosmos"; lo imperfecto está implícito en la teoría del "panta rei" de Heráclito; es la eterna materia que por su propia energía interna camina en una interminable transformación hacia la superación de sí misma; es el movimiento eterno de los átomos; es la dialéctica hegeliana hacia la superación de la lucha de los contrarios. Es decir, lo imperfecto es lo natural, lo humano, lo cotidiano.

La belleza, por tanto, reside también en lo cotidiano, en lo natural, en lo ordinario, en lo imperfecto. Es cuestión de saber mirar, de ver con otros ojos. La belleza, entonces, está en la mirada, en la perspectiva, en la emoción; así lo natural, lo humano, lo imperfecto se funde con lo bello; aparece la belleza de lo sencillo, de lo simple, de lo cotidiano. La belleza de lo imperfecto, así, se hace belleza natural, belleza humana.
¡Basta ya de mentiras y de engaños! Lo bello no es solo lo excelente. Todo lo humano es bello; también, por tanto, lo imperfecto. Solo hay que saber mirarlo. Si la arruga es bella, también será bello el michelín, las ojeras, las pecas, los lunares y las canas. Cuestión de ojos. ¡Basta ya de "concursos de belleza"! Salgamos a la calle a descubrirla. Está ahí; solo hay que verla.

Tal vez en un exceso, la estética actual se atreve a afirmar que es bella la mancha, la herida, la rotura e, incluso, la chapuza. ¡No es eso! Pero sí, por el contrario, puede ser bella la huella del tiempo, la cicatriz y la piel cansada. Como ya dijo Cicerón: "Vt non omne vinum, sic non omnis natura vetustate coacescit". (No todo elemento, como no todo vino, se echa a perder con el paso del tiempo) El paso del tiempo no empeora siempre la naturaleza de las cosas; las marcas y las cicatrices de la vida hacen a las personas más humanas, más reales, pero no necesariamente menos elegantes y atractivas; ni, por supuesto, menos adorables.
La excelencia es ficción; lo perfecto, una quimera. La "eterna juventud", un sueño de adolescencia.
Sí, la belleza de lo imperfecto, la belleza de lo cotidiano.
¿Lo wabi-sabi?



sábado, febrero 07, 2009

De Esquilo a Francis Bacon



Del 3 febrero al 19 de abril permanecerá abierta la exposición del Museo del Prado sobre Francis Bacon. Francisco Calvo Serraller al presentarnos la exposición del Museo del Prado sobre Francis Bacon nos dice que Bacon pasó del negro al estallido de color "porque seguramente se percató de que allí era donde la tragedia de lo sensual cobrara más conminante vibración, un poco como la sentencia que Esquilo puso en boca de Agamenón, que a Bacon le gustaba repetir, de que "el hedor de la sangre me hace sonreír"." Y a continuación nos advierte Calvo Serraller: "lo cual no hay que tomarse como una truculencia, sino como una definición de la paradoja que constituye el vivir". ( Fco. Calvo Serraller en "Babelia")
La paradoja de la vida, la paradoja del siglo XXI y la paradoja de Agamenón.
La exposición está abierta desde el pasado día 3 hasta el 19 de abril.