jueves, diciembre 30, 2010

"La excelencia: lección de Troya"

Ayer en "El País", Adela Cortina, nos invitaba a reflexionar sobre un dilema en el mundo de la educación y, en general, en la vida: "promover la excelencia" o "evitar la exclusión".
¿Existe contradición entre los dos términos? Sin duda alguna, en el ámbito educativo es imposible hablar de "excelencia educativa" si existe "exclusión educativa". Son términos excluyentes. En una sociedad democrática no es posible la "excelencia" si existe "exclusión".
Nos recuerda Adela Cortina el origen griego de la "excelencia": el mejor ( "aristos") destaca por encima de los demás. Pero no hay que olvidar que el mejor se debe a la polis, se entiende en relación con el resto de ciudadanos y si gobierna -"aristocracia"- debe ejercer el poder en beneficio del todo o de lo contrario, según Aristóteles, la "aristocracia" se convierte en "oligarquía", gobierno de unos pocos, de un grupito, de una camarilla. Es decir, el "aristos" socialmente se debe a la "polis", al todo social.
No existe, por tanto, "poder político aristocrático" legítimo que no tenga en cuenta la totalidad social. Los "aristoi" políticamente deben buscar el bien de todos, el bien de la polis, el bien democrático. Podríamos decir en térmimos actuales que la "aristocracia" -el gobierno de los mejores- sólo es legítima si es democrática, si se ejerce en beneficio de la mayoría social.
El bien último, por tanto, a salvaguardar es el bien de la polis. Ahora bien, esto no debe conducirnos a que la democracia renuncie a la "excelencia". La democracia no puede renunciar a ser gobernada por los mejores; la democracia no puede convertirse en una oligarquía, en el gobierno de una camarilla, de un grupito, de un "lobby", de una "casta".
De ahí la importancia de la pregunta de Adela Cortina: "Excelencia, ¿para qué?" Pero esta pregunta nos lleva a otra: "Democracia, ¿para qué?".
Si "excelencia" y "democracia" no son términos excluyentes, debemos trabajar para que ambas convivan en las sociedades modernas.
La "lección de Troya" hay que completarla con la "lección de Atenas".

lunes, mayo 17, 2010

El Coliseo se cae a trozos. Y como él otros edificios antiguos están notando la crisis económica italiana: la "Domus aurea", con problemas estructurales, sufrió un desprendimiento en marzo pasado. En general, los tesoros arqueológicos de Roma están en peligro.

El Coliseo es el monumento más visitado de Italia con casi cuatro millones de visitantes anuales con una recaudación anual de 32 millones de euros. El, por tanto, podría autofinanciarse, sin problemas. Pero sus ganancias se reparten para "tapar agujeros de un ministerio aquejado del crónico déficit de las finanzas italianas" (Italia es el país con mayor deuda pública de Europa) y para costear el mantenimiento y reparaciones "de otras obras de igual valor histórico pero menos conocidas, como el Palatino, las Murallas del Emperador Aurelio o los kilométricos acueductos en la capital italiana." (Público.es)


Así que la crisis financiera ya afecta directamente a la cultura y al patrimonio arqueológico, aunque su mantenimiento sea rentable económicamente. La ambición de muchos, el enriquecimiento desmedido de algunos y el desgobierno económico de unos pocos tiene un precio también para estos "bienes culturales de la Humanidad". Los "daños colaterales" de la crisis son incalculables.
¿Se les exigirán responsabilidades algún día a sus causantes? ¿Veremos algún día que sus responsables pagan de alguna manera por las consecuencias de sus actos?Sería justo y tranquilizador.

martes, febrero 23, 2010

Digitus impudicus

El presidente del Gobierno gallego, Alberto Núñez Feijóo (PP), terció ayer en la polémica suscitada por la mal llamada "peineta" dedicada por José María Aznar a unos estudiantes de la Universidad de Oviedo. Y lo hizo para "admitir" los gestos y respetar las "decisiones" del expresidente invocando los orígenes grecolatinos del "digitus impudicus". "Es un gesto admitido en civilizaciones que han sido cuna de conocimientos, como Roma o Grecia", subrayó en la conferencia-coloquio del Fórum Europa Tribuna Euskadi,.
La alusión de Feijoo a la cultura grecolatina es insuficiente y mal traída. El "digitus impudicus" es un gesto de civilizaciones que han sido cuna de conocimientos pero no era un gesto "admitido". Aquí se ha intentado manipular la verdad histórica. El "digitus impudicus" era ciertamente de uso habitual en las civilizaciones clásicas, pero ya entonces su significado era inequívocamente obsceno. El dramaturgo griego Aristófanes lo usó como un recurso cómico en "Las nubes", y nuestro poeta latino Marcial mencionó en ocasiones el "digitus impudicus" como una acción infamante. ("El periódico de Aragón")
San Isidoro nos dice: "Inpudicus tertius, plerumque quod per eum probri insectatio exprimitur", es decir que era el usado para insultar. Marcial en VI 70 "Digitum ostendit, inpudicum sed, Alconti Dasioque Symmachoque." "Muestra el dedo, pero el obsceno, a Alcón, a Simmaco y a Dasio."

sábado, enero 30, 2010

Bis vincit, qui se vincit...


Hace unos días tomé café con dos amigas y un amigo en medio de una espontánea e interesantísima charla sobre el perdón. Y he seguido reflexionando sobre el tema:

Perdón condicionado. “Es digno del hombre bueno perdonar a quien se arrepiente” dice Séneca, condicionando el perdón al arrepentimiento. “Quién lástima escucha, cerca está de perdonar” dice Lope De Vega. Y al parecer Shakespeare insiste en lo mismo: “nada envalentona tanto al pecador como el perdón gratuito”. Y recientemente Bruce Lee: “Los errores son siempre perdonables, si se tiene la valentía de admitirlos.”

Perdonar es vencer. “Vencer y perdonar, es vencer dos veces” afirma Calderón al considerar el perdón como una victoria. Sin duda recordando la frase de Publibio Syro “bis vincit, qui se vincit in victoria” (“vence dos veces, quien se vence en la victoria”.) Y el filósofo inglés Francisco Bacon pensaba que “vengándose, uno se iguala a su enemigo; perdonándolo, se muestra superior a él”. Y Mahatma Gandhi nos enseña que “perdonar es el valor de los valientes. Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar.”

Perdón no es olvido. Muy pocos afirman que el perdón sea fácil. Más; Pierre Corneille advierte que “el que perdona con facilidad invita a ofensa”.Y “es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo”, según William Blake. Pero en todo caso a nadie que perdona se le obliga a olvidar que ha perdonado. “Perdona a todos tus enemigos, pero no olvides sus nombres”, aconseja John F. Kennedy.

Y busco en los clásicos:
“Aequum est peccatis veniam poscentem reddere rursus” (Horacio) “Es justo que el que pide perdón por sus ofensas lo devuelva de nuevo” (a otros). El perdón que se te ha concedido, debes repartirlo entre quien te lo solicite. El perdón es un bien de la humanidad que hay que compartir entre quienes lo solicitan. Repartir el perdón es de justicia social como repartir el pan.

“Bonis nocet, quisquis pepercit malis” (Publibio Syro) “Perjudica a los buenos, todo el que perdona a los malos”. Creo que para Pub. Syro “perdonar a los malos” significa perdonar a quienes no reconocen sus ofensas y no tienen, por tanto, intención de cambiar su comportamiento. Por eso sin duda esta idea exige desarrollo, ya que también me parece cierto que “beneficia a muchos, el que perdona a los buenos”. “Cum parcis uni, gratos complures facis”. “Cuando perdonas a uno, te ganas a otros muchos”.

“Ignoscere hominum est ubi pudet cui ignoscitur”. (Publibio Syro) “Es humano perdonar cuando se avergüenza aquel a quien se perdona”. Refrán castellano: “Falta confesada está medio perdonada”.


Reflexión personal
El remordimiento es el primer paso hacia el perdón; el segundo es reconocer la ofensa y el tercero, solicitar dicho perdón. Merece perdón todo aquel que lo solicita sinceramente, pero solo se le concede a quien lo pide. Un perdón no solicitado es un perdón devaluado. La concesión de un perdón no solicitado es una limosna, sin embargo perdonar a quien reconoce su ofensa y solicita perdón es un acto de justicia, de amor y de humanidad. El perdón humaniza a quien lo solicita y a quien lo concede. Pedir perdón significa reconocer nuestra capacidad de equivocarnos y perdonar significa aceptar al otro a pesar de sus ofensas. Mas perdonar no es olvidar; perdón no significa amnesia: olvido no es perdón. Perdonar es aceptar al otro a pesar de nuestra memoria. Por eso perdonar es un acto de generosidad, de altruismo, de humanidad. El perdón no es la humillación del ofensor ante el ofendido, ni la revancha del ofendido sobre el ofensor. El perdón dignifica a ambos; es un encuentro de personas, un acto de verdadera amistad. Amigos, que tras la ofensa no encuentran el camino del perdón, no eran verdaderos amigos.



Quien no puede perdonar está herido en el alma. Y esta herida es el mayor daño causado por quien ha ofendido; “lo imperdonable” significa el triunfo definitivo de la ofensa y la derrota final del ofendido. La imposibilidad del perdón es una enfermedad que conduce al rencor, al deseo de venganza y a la destrucción mental de la víctima, a la locura. Esa locura demuestra la existencia de “lo imperdonable” en la existencia humana; la única victoria posible sobre “lo imperdonable” reside en la justicia., por muy imperfecta que parezca a algunos en ciertas ocasiones. El “deseo de justicia” es el último grito humano de la víctima inocente que mantiene su dignidad. El rencor y el “deseo de venganza” significan la derrota mental de la persona ofendida.

El verdugo, el criminal, el ofensor no tienen derecho al perdón de la víctima porque esta no tiene obligación de perdonar al verdugo. Es el verdugo quien tiene obligación de pedir perdón a la víctima, pero el perdón es una decisión libre e íntima de la víctima. Y es el verdugo quien tiene obligación de responder ante la justicia y la víctima la obligación de acatarla. Para víctimas y verdugos siempre serán preferibles el perdón y la justicia que el rencor y la venganza. Aquellos humanizan, estos degradan.

Perdonar, negarse al resentimiento, al rencor, al odio y a la venganza, es sublime para el ser humano: permite seguir viviendo, reanudar los vínculos perdidos, recuperar el equilibrio personal, la paz y la armonía.
El resentimiento, el rencor, el odio y la venganza agostan la vida, contaminan la memoria, limitan la libertad y enferman la mente; resentimiento, rencor, odio y venganza son quistes malignos en el alma.
Perdonar no exige ser ingenuo, ni imprudente; perdonar no significa dejar de ser astuto, precavido y previsor; perdonar no es quedar expuesto a otra ofensa; perdonar no es ser amigo de quien te ha ofendido. Perdonar significa “hacer las paces”, hacer la paz entre ofensor y ofendido, permitir que uno y otro “vayan en paz”.
Perdonar no quiere decir olvido, ni falta de aprendizaje del pasado. Perdonar significa liberarse de nudos gordianos que nos aferran irracionalmente a un pasado doloroso. El pasado no se puede cambiar pero tampoco se puede convertir en “presente continuo”. El presente está abierto al futuro; la puerta entre pasado y presente hay que mantenerla, pero cerrada para evitar “corrientes de aires ponzoñosos”.