sábado, enero 30, 2010

Bis vincit, qui se vincit...


Hace unos días tomé café con dos amigas y un amigo en medio de una espontánea e interesantísima charla sobre el perdón. Y he seguido reflexionando sobre el tema:

Perdón condicionado. “Es digno del hombre bueno perdonar a quien se arrepiente” dice Séneca, condicionando el perdón al arrepentimiento. “Quién lástima escucha, cerca está de perdonar” dice Lope De Vega. Y al parecer Shakespeare insiste en lo mismo: “nada envalentona tanto al pecador como el perdón gratuito”. Y recientemente Bruce Lee: “Los errores son siempre perdonables, si se tiene la valentía de admitirlos.”

Perdonar es vencer. “Vencer y perdonar, es vencer dos veces” afirma Calderón al considerar el perdón como una victoria. Sin duda recordando la frase de Publibio Syro “bis vincit, qui se vincit in victoria” (“vence dos veces, quien se vence en la victoria”.) Y el filósofo inglés Francisco Bacon pensaba que “vengándose, uno se iguala a su enemigo; perdonándolo, se muestra superior a él”. Y Mahatma Gandhi nos enseña que “perdonar es el valor de los valientes. Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar.”

Perdón no es olvido. Muy pocos afirman que el perdón sea fácil. Más; Pierre Corneille advierte que “el que perdona con facilidad invita a ofensa”.Y “es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo”, según William Blake. Pero en todo caso a nadie que perdona se le obliga a olvidar que ha perdonado. “Perdona a todos tus enemigos, pero no olvides sus nombres”, aconseja John F. Kennedy.

Y busco en los clásicos:
“Aequum est peccatis veniam poscentem reddere rursus” (Horacio) “Es justo que el que pide perdón por sus ofensas lo devuelva de nuevo” (a otros). El perdón que se te ha concedido, debes repartirlo entre quien te lo solicite. El perdón es un bien de la humanidad que hay que compartir entre quienes lo solicitan. Repartir el perdón es de justicia social como repartir el pan.

“Bonis nocet, quisquis pepercit malis” (Publibio Syro) “Perjudica a los buenos, todo el que perdona a los malos”. Creo que para Pub. Syro “perdonar a los malos” significa perdonar a quienes no reconocen sus ofensas y no tienen, por tanto, intención de cambiar su comportamiento. Por eso sin duda esta idea exige desarrollo, ya que también me parece cierto que “beneficia a muchos, el que perdona a los buenos”. “Cum parcis uni, gratos complures facis”. “Cuando perdonas a uno, te ganas a otros muchos”.

“Ignoscere hominum est ubi pudet cui ignoscitur”. (Publibio Syro) “Es humano perdonar cuando se avergüenza aquel a quien se perdona”. Refrán castellano: “Falta confesada está medio perdonada”.


Reflexión personal
El remordimiento es el primer paso hacia el perdón; el segundo es reconocer la ofensa y el tercero, solicitar dicho perdón. Merece perdón todo aquel que lo solicita sinceramente, pero solo se le concede a quien lo pide. Un perdón no solicitado es un perdón devaluado. La concesión de un perdón no solicitado es una limosna, sin embargo perdonar a quien reconoce su ofensa y solicita perdón es un acto de justicia, de amor y de humanidad. El perdón humaniza a quien lo solicita y a quien lo concede. Pedir perdón significa reconocer nuestra capacidad de equivocarnos y perdonar significa aceptar al otro a pesar de sus ofensas. Mas perdonar no es olvidar; perdón no significa amnesia: olvido no es perdón. Perdonar es aceptar al otro a pesar de nuestra memoria. Por eso perdonar es un acto de generosidad, de altruismo, de humanidad. El perdón no es la humillación del ofensor ante el ofendido, ni la revancha del ofendido sobre el ofensor. El perdón dignifica a ambos; es un encuentro de personas, un acto de verdadera amistad. Amigos, que tras la ofensa no encuentran el camino del perdón, no eran verdaderos amigos.



Quien no puede perdonar está herido en el alma. Y esta herida es el mayor daño causado por quien ha ofendido; “lo imperdonable” significa el triunfo definitivo de la ofensa y la derrota final del ofendido. La imposibilidad del perdón es una enfermedad que conduce al rencor, al deseo de venganza y a la destrucción mental de la víctima, a la locura. Esa locura demuestra la existencia de “lo imperdonable” en la existencia humana; la única victoria posible sobre “lo imperdonable” reside en la justicia., por muy imperfecta que parezca a algunos en ciertas ocasiones. El “deseo de justicia” es el último grito humano de la víctima inocente que mantiene su dignidad. El rencor y el “deseo de venganza” significan la derrota mental de la persona ofendida.

El verdugo, el criminal, el ofensor no tienen derecho al perdón de la víctima porque esta no tiene obligación de perdonar al verdugo. Es el verdugo quien tiene obligación de pedir perdón a la víctima, pero el perdón es una decisión libre e íntima de la víctima. Y es el verdugo quien tiene obligación de responder ante la justicia y la víctima la obligación de acatarla. Para víctimas y verdugos siempre serán preferibles el perdón y la justicia que el rencor y la venganza. Aquellos humanizan, estos degradan.

Perdonar, negarse al resentimiento, al rencor, al odio y a la venganza, es sublime para el ser humano: permite seguir viviendo, reanudar los vínculos perdidos, recuperar el equilibrio personal, la paz y la armonía.
El resentimiento, el rencor, el odio y la venganza agostan la vida, contaminan la memoria, limitan la libertad y enferman la mente; resentimiento, rencor, odio y venganza son quistes malignos en el alma.
Perdonar no exige ser ingenuo, ni imprudente; perdonar no significa dejar de ser astuto, precavido y previsor; perdonar no es quedar expuesto a otra ofensa; perdonar no es ser amigo de quien te ha ofendido. Perdonar significa “hacer las paces”, hacer la paz entre ofensor y ofendido, permitir que uno y otro “vayan en paz”.
Perdonar no quiere decir olvido, ni falta de aprendizaje del pasado. Perdonar significa liberarse de nudos gordianos que nos aferran irracionalmente a un pasado doloroso. El pasado no se puede cambiar pero tampoco se puede convertir en “presente continuo”. El presente está abierto al futuro; la puerta entre pasado y presente hay que mantenerla, pero cerrada para evitar “corrientes de aires ponzoñosos”.