Hace exactamente 60 años -el 10 de diciembre de 1948- la Asamblea General de la ONU aprobó un texto que todavía sigue siendo un ideal del colectivo humano frente a una realidad que cada día recuerda y reafirma la injusticia en todo el mundo. La declaración universal de los Derechos Humanos sigue sin ser conocida por muchas personas en el mundo y, por supuesto, sigue siendo incumplida diariamente por personas, instituciones y gobiernos.
El respeto a los derechos del hombre es lo que realmente humaniza a la persona y a los pueblos. Mientras las personas no ven reconocidos sus derechos fundamentales no son stricto sensu seres humanos. Por eso las personas y las sociedades que no reconocen estos derechos están colaborando a la deshumanización del mundo, al asilvestramiento de la raza humana, a la destrucción de la humanidad. Y al contrario, la lucha incesante por el respeto de los derechos humanos en todo el mundo, en todo pueblo, en toda sociedad, en todo grupo es la mejor aportación a la construcción de un mundo cada vez más justo, más solidario, más libre y, por tanto, más humano.
Hay muchos todavía que creemos que es posible un mundo mejor; muchos que todavía no están cansados en su lucha diaria; muchos que se siguen uniendo a la causa; muchos que todavía se atreven a gritar "¡yes, we can!".
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