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Las nuevas tecnologías nos están permitiendo acercarnos a la visión de la "realidad clásica". Es este caso como informa El Heraldo de Aragón "dos jóvenes ingenieras zaragozanas, Esther Canales y Beatriz Jiménez, tras meses de trabajo con los más avanzados programas informáticos, han reconstruido el aspecto que debieron tener en época romana edificios como el teatro de Bilbilis o las termas de Labitolosa.
Nos podemos preguntar sobre la fiabilidad de tales reconstrucciones pero es cierto que produce una innegable satisfacción ya no imaginar, sino "ver" cómo fue el mundo antiguo. Acaso esto nos ayude a recuperar y conservar mejor nuestro rico patrimonio arqueológico. Sobre todo a que nuestros gobernantes autonómicos dediquen los recursos necesarios para ello y no nos vengan con la milonga de que no hay dinero. Para otras cosas lo hay: es cuestión de prioridades.
Hoy mismo la edición impresa de este rotativo recogía la noticia de la movilización de Velilla de Ebro, en cuyo término municipal está el yacimiento romano de Lépida-Celsa, para que se acelere el pago de las expropiaciones necesarias para la adecuación del yacimiento; estas indemnizaciones están paralizadas desde la mitad de los 80.
La foto está tomada de "El Heraldo de Aragón".
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2 comentarios:
sobre la fiabilidad, os aseguro que es la máxima. Es un trabajo conjunto de tres años, mediante proyecto multidisciplinar de la DGA entre el grupo de investigación URBS y el grupo de ingeniería gráfica avanzada. Por tanto, todos los datos y las revisiones han sido responsabilidad de los directores de las excavaciones, esto es Manuel Martín Bueno y Carlos Sáenz en el caso de Bílbilis y M.Angeles Magallón en el caso de Labitolosa.
En el canal you tube del Museo de Calatayud podéis ver un minireportaje sobre el cómo se hace. En este mes de enero subiremos los vídeos, al menos los de Bílbilis, y en breve los tendréis en los institutos aragoneses, si todo va bien.
POdéis consultar las dudas que tengáis o curiosidades anotándolas en el tablón del muro del grupo facebook del Museo de Calatayud.
Son tres años de trabajo, no tres meses.
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