La exposición del Thyssen - "Las lágrimas de Eros"- ha reabierto el debate sobre "lo erótico en el arte". ¿Aceptamos lo erótico como natural o solo es aceptable si es redimido por el arte? ¿Queda lo erótico reducido a vulgar pornografía si no es dignificado por la intención artística? ¿Es "la mirada del que ve" o es "la intención del que muestra" lo que convierte en arte lo natural? (Andrés Barba, "El País" 28/10/2009)
La mirada adolescente que confunde lo erótico con lo pornográfico está incapacitada para el arte. La mirada adulta, serena, distingue entre pornografía y erotismo y deja una espacio amplio para el arte. Por tanto más que en la mirada la diferencia entre erotismo y pornografía está en la interiorización de esa mirada, en la vivencia subjetiva de la mirada. No existe por tanto objeto sino "sujeto pornográfico". La propia existencia del museo secreto de Nápoles es demostración de que el poder permite que el mismo objeto pueda verse por unos sujetos, pero no por otros. Lo difícil es estrablecer a qué sujetos les está permitido y a quiénes les está prohibido. ¿Y quién decide sobre esa "concesión a la mirada"?
Pero la negación de arte a lo erótico reside más en "la intención del que muestra" que en la "mirada del que observa". La "intención del que muestra" elimina el arte de lo erótico y lo convierte en vulgar y en pornográfico y esa misma "intención del que muestra" concede belleza a lo erótico y lo convierte en arte. O tal vez la belleza artística de lo erótico dependa de los dos elementos: "la intención del que muestra" y "la mirada del que observa".
Por eso es inconcebible la existencia de un "museo secreto" sin la intención malsana del poder que condiciona la mirada, la regula y la limita; intención malsana que a la vez provoca una mirada turbia del que observa. Sin duda, la mirada adulta es la más serena y natural y la más próxima a la mirada clásica, carente de intención malsana y llena de belleza artística.
1 comentario:
hemos de ir, hemos de ir
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