jueves, mayo 15, 2008

¿Odio y/o miedo al cuerpo? ¿De dónde nace?

¿Alguien en alguna ocasión ha podido odiar su propio cuerpo? ¿Quién considera que su cuerpo es malo y odioso? ¿Está próxima al "odio al cuerpo" la idea de que "el cuerpo es malo"? ¿De donde nace el mensaje de que "el cuerpo humano es malo"? ¿Del mito de Adán y Eva? Si así fuera, el cuerpo humano no sería malo de origen sino que se habría "maleado" tras y por el pecado de Adán, por "comer la manzana". A partir de este momento hay que ocultar el cuerpo. Hasta entonces Adán y Eva estaban desnudos.

Cabe preguntarse, por tanto: para la mitología bíblica ¿es el pecado lo que hace malo al cuerpo o es la maldad del cuerpo la causa del pecado? ¿Es el cuerpo potencialmente malo antes de pecar? ¿Es el cuerpo por su propia naturaleza pecador? ¿Es el cuerpo la semilla del mal? ¿O peca el alma y el cuerpo solo es su instrumento? De acuerdo con el mito del paraíso terrenal Adán y Eva viven desnudos y felices en el paraíso y solo tras "comer la manzana" el cuerpo aparece a sus ojos como algo pudendo; y si es pudendo, si hay que ocultarlo es porque es sucio, ha quedado contaminado por "el pecado de la manzana". Tras comer del "arbol de la ciencia del bien y del mal" el cuerpo queda mancillado; el cuerpo es malo y hay que cuidarse de él, hay que controlarlo, dominarlo y, si fuere necesario, castigarlo e incluso odiarlo.

Pero no solo el pensamiento bíblico considera al cuerpo como merecedor de odio. Michel Onfray
en su libro "Sabidurías de la antigüedad" dice que fue Platón quien predicó en Grecia "la inmortalidad del alma, el odio al cuerpo, la excelencia de la muerte, la aversión a los deseos, los placeres, las pasiones, la libido, la vida".

El odio al cuerpo es una consecuencia del dualismo y del platonismo que influyen poderosamente en el cristianismo. Para ellos, el cuerpo es una cárcel, una caverna, un potro indomable. Si se entiende el hombre como un compuesto de alma (espíritu) y cuerpo (materia) al modo cartesiano, el espíritu será lo bueno y el cuerpo será lo malo, como dos elementos no solo yuxtapuestos, sino antagónicos y enfrentados. De ahí surgirá un espiritualismo radical, fundamentalista, que despreciará el cuerpo, le negará toda satisfacción e incluso lo castigará para tenerlo dominado. El ascetismo cristiano es una demostración del miedo al cuerpo, del odio al cuerpo pecador.

Sin embargo, en la actualidad está más extendido "el amor al cuerpo" que "el odio al cuerpo"; hablamos incluso del "culto al cuerpo". No obstante, en nuestra cultura, en muchas conciencias, late todavía un "miedo residual al cuerpo", o un "temor latente a la exclusividad de lo corporal". Nos podemos preguntar: ¿somos algo más que cuerpo?. Existe todavía cierto miedo a considerar al ser humano solo cuerpo, solo materia; como si el cuerpo, la materia, en su exclusividad fuera algo incompleto, imperfecto, defectuoso, malo. Este "miedo al cuerpo", "miedo a lo material" se manifiesta como "miedo al placer", miedo a la sensualidad, miedo a la sexualidad, miedo a la corporalidad. Todavía en nuestra cultura existe en la conciencia colectiva la identificación entre el placer y lo prohibido, o entre lo prohibido y el placer ("si está prohibido, tiene que ser placentero"), entre la sensualidad y lo impuro, entre la sexualidad y el pecado. ¿De dónde procede todo esto? ¿Dónde arranca? ¿Quién dijo que el placer está prohibido?

En la película El festín de Babette aparece un espiritualismo puritano de raíz luterana como encarnación del odio al cuerpo y de la negación a todo placer sensual. Para ellos la felicidad está reñida con cualquier tipo de placer de los sentidos. El cuerpo es intrumento de perdición; a la felicidad se llega a través del alma, a través de lo espiritual. El paraíso no está en la tierra. (Todo lo contrario de aquello que canta Ana Belén: "para subir al cielo no hace falta morir".)

Y nos seguimos preguntando: ¿qué es el paraíso para el ser humano? ¿cómo alcanzamos la felicidad? ¿en qué consiste la felicidad? ¿Placer, dinero, poder, salud, fama...? Se puede contestar aquello de que ninguna de esas cosas es la felicidad pero todas ellas ayudan un poquito. Pero ¿se puede alcanzar la felicidad negando el placer de los sentidos? Más: ¿está excluído de la felicidad todo placer sensual? El espiritualismo puro diría que sí a las dos preguntas, desde una postura dualista de radical afirmación del alma y de radical negación del cuerpo.

Los dualistas -radicales o no- negarán además toda posibilidad de auténtica felicidad a quienes no den prioridad al espíritu frente al cuerpo. En su opinión, los materialistas serán incapaces de alcanzar la felicidad ya que el cuerpo no puede dar satisfacción al ansia infinita que el hombre tiene de gozar. Si el ser humano, dicen, pretende alcanzar la felicidad a través de los placeres sensuales, fracasará en su intento. El espíritu es parte imprescindible del ser humano, como lo es del mundo, del universo. El fracaso del hombre en su búsquedad de la felicidad a través del placer de los sentidos, dicen, llevará al ser humano inevitablemente a la decepción.

Desde la antigüedad los materialistas Demócrito, Epicuro, Lucrecio afirmaron lo contrario. En la actualidad sigue el debate. Materialistas modernos, como Michel Onfray, afirman que hoy es urgente presentar una crítica robusta a la existencia de lo trascendente y promover el interés por «nuestro único bien verdadero: la vida terrena», el bienestar y la emancipación de los cuerpos y las mentes de mujeres y hombres. En esa crítica habría que poner fin a la "asociación sistemática del cuerpo con la impureza" y modificar "la pulsión de muerte" por la "pulsión de vida" que lleve a una afirmación y aprecio de la materia y el mundo.

Otro filósofo francés contemporáneo, André Comte-Sponville, afirma que para él negar la transcendencia no significa negar el espíritu. "¿Qué es el espíritu? Es la potencia de pensar en tanto que tiene acceso a la verdad, a lo universal o a la risa", afirma. El espíritu del ser humano es para Comte-Sponville aquello que le hace pensar, dudar, afirmar o negar, amar u odiar, imaginar, sentir, recordar, bromear,.... Para afirmar a continuación "no toda espiritualidad es necesariamente religiosa". Y más: "Ser materialista en el sentido filosófico del término, equivale a negar la independencia ontológica del espíritu, pero no a negar su existencia (porque entonces el propio materialismo se volvería impensable). El espíritu no es la causa de la naturaleza. Es su resultado más interesante, el más espectacular, el más prometedor..."

Michel Onfray en su libro "Las sabidurías de la antigüedad. Contrahistoria de la filosofía I" sigue en la batalla dialéctica. Este joven filósofo francés "reivindica el cuerpo frente al alma, la felicidad frente al tormento, el hedonismo frente al ascetismo; en definitiva, el goce de la vida frente a la represiva preparación para la muerte..." Y afirma: "Yo propongo la historia de una filosofía que no se constituya contra el cuerpo, a pesar de o sin él, sino con el cuerpo. Como Spinoza, o tras él Gilles Deleuze, y Nietzsche entre ambos, sostengo que todavía no se ha explorado verdaderamente esta cuestión: "qué es lo que puede el cuerpo"?".

No hay comentarios: