"Todavía hoy se sigue hablando del «misterio etrusco», debido a sus peculiaridades etnográficas, lingüísticas, religiosas, políticas y culturales, que hacen a los etruscos tan diferentes de los demás pueblos de la Italia antigua." Con estas palabras Caixa Forum Madrid nos invita a entrar en su exposición "Príncipes etruscos. Entre Oriente y Occidente".
Todavía no sabemos con seguridad si los etruscos eran un pueblo oriental que migró desde Asia Menor y se estableció en la Toscana (tesis de Heródoto) o si eran habitantes autóctonos de Italia (tesis de Dionisio de Halicarnaso). No obstante, ahora las técnicas de investigación sobre genética humana han permitido asentar una hipótesis bien fundada: los etruscos vinieron desde la actual Turquía. Esta es la tesis del profesor Alberto Piazza, de la Universidad de Turín –Italia-. El año pasado explicó en la conferencia de la Sociedad Europea de la Genética Humana, que existe una gran cantidad de evidencias que demuestran que los etruscos de la antigua Anatolia (la zona sureste de Turquía). “Creemos que nuestra investigación se sostiene con pruebas contundentes que demuestran que Herodoto tenía razón”, dice el profesor Piazza.
Lo que sí sabemos es que los etruscos dominaron gran parte de la mitad septentrional de Italia antigua, incluída Roma, capital del Latium y que conocieron e imitaron los usos y costumbres del mundo griego, como el banquete o simposio, con consumo de vino en medio de música y danzas. También aprendieron de los griegos el arte de la escritura que luego enseñaron a los latinos.
Diodoro Sículo o de Sicilia recogió lo que en su época era un vago recuerdo de los etruscos: "como (los etruscos) habitan una tierra fértil en frutos de todas las clases y la cultivan asiduamente, gozan de una abundancia de productos agrícolas que no sólo es suficiente para ellos mismos sino que, por su exceso, los lleva a una lujuria y una indolencia desenfrenadas. Porque dos veces por día tienen mesas suntuosamente presentadas y servidas con todo lo que puede contribuir a una vida exquisita; poseen manteles bordados con flores y se les sirve el vino en cantidades de jarras de plata, y tienen a su servicio un número considerable de esclavos. Algunos de estos últimos son de una rara belleza; otros se visten con ropas más magníficas de lo que corresponde a su condición de siervos, y el personal doméstico cuenta con toda clase de dependencias privadas: como en verdad poseen la mayoría de los libertos. En general han abandonado la valiente constancia que tanto valoraban en antiguos tiempos, y por su complacencia en los banquetes y las delicias afeminadas han perdido la reputación que sus antepasados ganaron en la guerra, lo que no nos sorprende. Pero lo que pesó en mayor medida para llevarlos a una vida suave y ociosa fue la calidad de su tierra, porque al vivir en un suelo que lo produce todo y es de inagotable fecundidad, pueden almacenar grandes cantidades de frutos de todas las clases."
Según Tito Livio los etruscos eran más adictos a las prácticas religiosas que cualquier otra nación. Ellos transmitieron a los romanos su práctica de la interpretación del hígado y de otras vísceras de las víctimas sacrificadas a los dioses. Pero tal vez también transmitieron el gusto romano por la buena mesa y la buena vida; por el "carpe diem", en suma.
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