"Heraldo.es" se hace eco de una noticia de EFE:
"Un grupo de científicos pide que se paralicen las pruebas del acelerador de partículas del CERN, el próximo 10 de septiembre, ya que podrían crear un agujero negro que se tragara el planeta. Han presentado una denuncia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo para aplazar el inicio del funcionamiento."
... "La queja ha sido firmada por varios científicos, entre ellos el profesor de bioquímica alemán y teórico del caos Otto Rössler, y ha sido coordinada por el vienés Markus Goritschnig."
Y El Heraldo de Aragón titula: "¿Desaparecerá la Tierra el próximo 10 de septiembre?".
Y ahora ... ¡el cachondeo! Dicen los lectores: ¡¡A disfrutar todos a tope de los días que nos quedan!! + ¿... y la producción americana de armas nucleares? + Yo de momento... dejo la dieta y me doy al chuletón y al vino del somontano. + ¿Y que voy a hacer con los 25 años que me quedan de pagar hipoteca? + ¿Hay que ir vestido de forma especial o pantalón vaquero y camisa es suficiente? + See you in the other side + ¿Podrían adelantar el proyecto al día 8? Así me ahorraban el presentarme al examen, me harían un gran favor.
Este tratamiento sensacionalista de la noticia científica es todo lo contrario a la divulgación de la ciencia, objetivo plausible al que podría colaborar extraordinariamente la prensa diaria. La información, aliñada con amarillismo periodístico, contribuye al cachondeo general. Puede generar comentarios divertidos -la socarronería del aragonés es ilimitada y el humor es sanísimo- pero no colabora a la divulgación científica tan necesaria en nuestra sociedad, donde la
buena divulgación científica es escasa, ya que debe reunir competencia en el tema y cierta gracia literaria. Los grandes científicos han sido en numerosas ocasiones grandes divulgadores de la ciencia. "El origen de las especies" de Charles Darwin es, ante todo, un libro de divulgación.
En la divulgación son imprescindibles los ejemplos, y el juego de preguntas y respuestas –en el fondo, la mayéutica, de Sócrates o la parte artística y genial del conocimiento científico-.
En España son escasos los ejemplos de divulgadores de calidad, tal vez porque se le considera una actividad secundaria. Sin embargo en la cultura inglesa siempre ha sido una actividad muy bien valorada y casi considerada como una obligación del buen científico con la sociedad.
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